El mildiu polvoriento o cenicilla es una enfermedad de amplia distribución en el mundo, presente en cultivos a campo abierto como en sistemas protegidos (Reyes, 2017). En el caso de las plantas de la familia Cucurbitaceae como el pepino (Cucumis sativus L.) esta es causada principalmente por dos agentes patógenos Erysiphe cichoracearum DC y Podosphaera xanthii (Px) Castag (González M., N. et al., 2010).
Los hongos que causan la cenicilla son biotróficos, lo que significa que se alimentan de células vegetales vivas y apenas sobreviven en ausencia de cultivos vivos.
Las esporas fúngicas germinan en la superficie de las hojas y los micelios crecen y se ramifican. Se producen estructuras pequeñas llamadas haustorios, desde los cuales los hongos penetran la célula de la planta y consumen los nutrientes. La mayoría de hongos permanecen en la parte exterior. En el micelio en la superficie de la planta, se forman nuevos conidióforos, estructuras que contienen esporas nuevas, las conidias. Estos conidióforos son el crecimiento fúngico algodonoso tan típico del mildiu polvoriento. Las conidias son la principal vía de dispersión al propagarse por viento, al igual que las ascosporas (Koppert, 2020).
Los síntomas son colonias blancas y algodonosas mayormente en el haz de las hojas con aspecto de ceniza (Koppert, 2010). La enfermedad progresa de las hojas más viejas a las jóvenes ocasionando la caída del follaje, provocando que el fruto se desarrolle con menor tamaño, con problemas de quemaduras, y se reduzca el rendimiento del cultivo (Seminis, 2017).
Las esporas de la cenicilla no necesitan agua para su germinación. Por lo general, el grado de desarrollo de la epidemia es más rápido a 18-25°C. La humedad relativa (HR) elevada fomenta la germinación de las esporas, pero inhibe su producción (Koppert, 2010). La germinación ocurre a valores inferiores al 20% de HR.
Las temperaturas moderadas son propicias para el desarrollo de la enfermedad, su desarrollo óptimo se manifiesta entre los 26 y 28°C, aunque oscila entre los 22 y 31°C. No obstante, la infección es posible a partir de los 10°C.
Otro elemento que influye positivamente en la infección es la alta densidad de plantas cultivadas, pues se crean condiciones de humedad, temperatura y de cercanía entre plantas. En invernaderos los daños son más serios que a campo abierto, debido al ambiente que se presenta en estos, tales como alta circulación del aire, baja intensidad de la luz del sol, altas temperaturas y continuidad en los cultivos (Reyes, 2017).
Dentro de las medidas preventivas se encuentran las prácticas culturales como evitar altas densidades de siembra, excesos de fertilización nitrogenada y de agua, realizar dentro de lo posible una correcta rotación de cultivos y óptima densidad de siembra, así como evitar la colindancia de cultivos hospedantes de estos agentes patógenos con las cucurbitáceas. Existen agentes de control biológico para controlar el mildiu, micoparásitos como Ampelomyces quisqualis, Lecanicillium lecanii, Trichoderma harzianum y Bacillus subtilis (Reyes, 2017). Una alternativa más es el uso de sustancias químicas (fungicidas), sin embargo es necesario contar con un buen programa de manejo para evitar la generación de resistencia por parte del patógeno.
Por Ing. Rodrigo Figueroa M.
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