Las plantas de tomate (Solanum lycopersicum) necesitan de nutrimentos para realizar sus funciones fisiológicas correctamente, que se ven traducidas en un desarrollo sano. Los suelos pueden tener estos nutrimentos, solo que en ocasiones estos pueden no estar disponibles ya que se encuentran firmemente unidos al suelo, de manera que no son asimilables por las raíces de las plantas, otro factor que ocasiona que los nutrimentos no estén disponibles por las plantas es el pH del suelo.
Estos minerales se dividen en macro y micronutrimentos, los primeros se caracterizan por utilizarse en grandes cantidades en la nutrición de las plantas y entre ellos se encuentra el Nitrógeno, Fosforo, Potasio, Calcio, Magnesio y Azufre, los segundos se agregan en menor porción a los cultivos y son el Hierro, Manganeso, Boro, Cobre, Zinc, Molibdeno y Cloro.
De estos macros y micronutrimentos, el Hierro (Fe), juega un papel importante en el desarrollo de las plantas, ya que este nutrimento es utilizado por la planta para la formación de clorofila, aunque no forma parte de la molécula. También es parte del sitio catalítico de muchas enzimas óxido-reductoras. Los síntomas de su deficiencia es la clorosis de las zonas intercostales de las hojas jóvenes y después se produce un amarillamiento de todo el ápice (brotación).
Con una deficiencia severa, las hojas pueden volverse casi blancas, la nervadura de los foliolos (partes de la hoja) se torna clorótico (amarillamiento), también se produce un aborto de flores y un escaso desarrollo vegetal.
Por I.A. Francisco Pérez
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